miércoles, 8 de septiembre de 2010

Dios junto a usted.



Dios junto a usted.

Conocerle  a usted, fue lo mejor.
Es genial mi obsequio; mi solicitud  Divina.
Usted es mi gran amor: ¡inolvidable!
¡Jamás pude olvidarle en mi juventud, jamás!
Usted es mi pasado y ahora mi presente;
es el hoy que fue futuro: ¡es mi vida!

A usted  no hay cómo valorarlo.
No tiene precio ni parangón alguno.
Es único, inimitable, inigualable.
Será mi primerizo y último amante;
es un fenómeno celestial en mi vida:
exquisito e incomparable placer.
Encontrarle no fue fácil,
esperé largo tiempo por usted;
perderlo sería una locura.

En este momento deseo besarlo,
acariciarlo, mimarlo…
Descender a su entrepiernas,
excitarlo… provocar su erección…
sentirlo dentro de mí…
lograr mis orgasmos…
copular hasta agotarme…
Sentir ese dolor en mis piernas,
en todo mi cuerpo,
como aquel que deja una caminata,
una larga peregrinación religiosa;
como la de Jesús del Gran Poder
o de la Virgen del Cisne:
sacrificio sabroso y vigorizante.

Usted es el Ángel de mi historia.
Creo que jamás nadie ha escrito,
o  vivido igual… disfrutado similar.
¡Qué historia la nuestra!¡Inolvidable!
Su jugo blanco es la  esencia  de mi vino
y su falo mi santa cruz  terrenal:
es mi hostia y calma mi sed.
Usted  vino a rescatarme  y no yo a usted.

Usted es un hijo preferido de Dios,
aunque se resista creerlo y aceptarlo.
Yo me considero siempre bendecida por Él.
Si apareció en mi camino, o yo entré al suyo….
¡Eso, no lo sabremos, hasta cuando lo enfrentemos!
Convencida de algo sí estoy, mi Acuario:
¡Dios junto a usted, llenan hasta el reboso  mi existir!

Franz Merino.
Basado en el libro “Infieles Anónimos. Diario de un amante: testimonio de una gran pasión”.

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