miércoles, 8 de septiembre de 2010

Una bailarina y un bailarín.


Una bailarina y un bailarín.

Una bailarina y un bailarín los veo danzar,
un círculo de fuego es su hábitat.
Ellos agradecen al Señor
y no a la vida el haberse reencontrado.
Si les toca separarse no le criticarán a Dios,
elevarán la queja a la vida.

Ambos se sienten regalos;
su amor inolvidable de juventud
guardan con  extremo sigilo.
Poseen estigmas no de sacrificio,
sino de amor y pasión.
Ambos construyen fantasías,
son soñadores de mejores días.

Evocan algún dolor del ayer,
pero es placentero su baile;
él fue su astilla en otrora,
ella jamás se la quiso sacar,
tampoco salió per se;
no le causó inmovilidad,
pero sí algo de culpa a él
y romántico llanto a ella.

Una bailarina y un bailarín los veo danzar,
entrando en trance están.
Ella se fortalece en El Cristo y en Acuario.
Él se fortalece en ella: su Piscis.
Ella tiene dos amores,
él tiene tres que lo llenan.


Una bailarina y un bailarín los veo danzar,
su lucha por ganar es intensa.
La  victoria la buscan;
siempre costará alcanzarla;
la resistencia no es para los débiles.
Ambos lo tienen claro:
ella es feliz siendo su amante
y él es felizmente infiel.

Ambos bailan el mismo ritmo;
son títeres de Alfa y Omega,
y no de su humana voluntad.
Ambos se pueden quemar
dentro del anillo de fuego,
por eso prefieren no soltar sus manos
y recurrir a candentes y  largos abrazos…

Una bailarina y un bailarín están bailando.
El mismo fuego Divino los está observando,
moldeando, puliendo a su antojo…
los está perfeccionado;
por qué no: purificando….

Franz Merino.
Basado en el libro “Infieles Anónimos. Diario de un amante: testimonio de una gran pasión”.

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