LA CONFESIÓN Y EL REENCUENTRO. No será tan fácil el reencuentro, despacio abriremos nuestros corazones.
Entregaremos sigilosamente nuestros sentimientos, los desataremos.
Se entrelazarán lentamente como una enredadera a nuestro alrededor.
Temerosamente formaremos nuevamente nuestro yin y yang.
Nuestros últimos recuerdos fueron inmemorablemente crueles y tristes.
No hubo un “hasta la vista” ni “vuelve pronto, papá”… “esperando ya estoy”.
Ni tampoco un “vuelvo pronto, esposo mío”... “me llama apenas llegue”…
Solo hubo un portazo que me mandó directo al exilio con mis recuerdos.
Mis ángeles me cerraron su puerta, mi área de amor donde habité la perdí.
Ni “vuelve alguna vez”… ni “llámame alguna vez”… nada de eso escuché.
Aquel día, expulsaron al amor que les di… me arrojaron con deshonra al caos.
Todo cuanto las amé me lo devolvieron con desprecio y violencia…
Mi alma se quedó ahí, mi corazón, todos mis sentimientos buenos también…
Me fui solo, lleno de rencor y dolor, directo a la incertidumbre y a la nostalgia.
En ése momento solicité a la maldad el mejor de sus soldados: la venganza.
El poeta que llevo dentro también me abandonó, pues no tenía ya quién le inspire.
Y, todo, por el amor de una mujer que me entregó sus detalles y lo que ya no tenía.
Por permanecer lejos de aquellas costumbres maritales, descubro que formé otras.
La desatención, las distancias dentro del mismo perímetro conyugal…
El silencio de esas camas solitarias y tan separadas y frías como sus miembros…
Yo la busqué, también debo confesarlo… empezó así nuestro acercamiento.
Ella después de tantos años de esperarme y de ser yo lo solicitado: me obtuvo.
Pero, sus pretextos, sus mentiras, su hipocresía, empezaron a distanciarme de ella…
Aunque fue, y es parte de mi vida, no es mi destino, por eso jamás estará conmigo.
Mi corazón seguirá inflamado mientras no inyectes el analgésico de tu amor.
Como ave fénix de las cenizas de la desesperación me liberarás y sanaré.
No importará lo que hayamos vivido estando lejos los dos… eso será cremado.
Lo importante es que tu deseo sea igual al mío: retornar por amor con un perdón.
Pronto, vendrá una reunión diferente y poco a poco interesante será para los dos.
Declararé que la esperanza de volver a casa jamás se fue, ni te olvidé.
Me confesarás que pensabas igual y por ello nos daremos un abrazo de paz.
Mis manos buscarán las tuyas, siempre lo hacía… te diré: sigue siendo mi gran amor.
Espérame ahí, pronto llegaré: nos reconstruiremos, sólidamente, de nuevo los dos.
Franz Merino
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