Qué bello sería no tener que dar explicaciones,
hacer lo que me dé la gana...
Escribir a las ocho o a las doce y por qué no:
levantarme a las tres y proseguir... dormir a las seis o
escoja mi cansancio la hora de acostarme…
y de levantarme cuando realmente me provoque hacerlo;
trabajar y encontrar trabajo cada vez que lo necesite;
comer lo que me antoje... que no midan mis calorías,
o frenen el rebose de la espuma de un vaso de cerveza,
dejar que moje mi mesa unas cuantas más…
arrojarme sobre el sofá y alzar el volumen de mi computadora
mientras veo fotos de hermosas mujeres pasar y
componer mi protector de pantalla…
Ponerme de pie y empujar el mouse hacia donde dice
digite su “contraseña” sea lógica o ilógica…
contraseña que la mía guarda mi ego…
y encontrarte incondicionalmente ahí…
Me pregunto por qué la contraseña tiene
que guardar algo de nosotros…
Por qué la contraseña debe de ser no un simple número…
o un simple símbolo… o algo sin importancia… ¡Claro!...
¡Pero, no! Debe ser algo que tenga un trozo
del sentido de nuestras vidas…
Qué bello sería recostarme en el sofá ebrio…
y decir con fuerza ¡te necesito!… ¡ven, ya!
Qué bello sería tener tu respuesta
no en ira, no en la violencia
sino con tu lengua que golpea mi falo…
En vez de curar mi intoxicación
provoques en mí el desafuero erótico,
tus manos aprieten a mi tronco endurecido,
tus senos bofeteen a mi rostro…
tus nalgas me griten que las coja…
y tu vagina como siempre… me provoque una explosión…
el anhelado “Big Bang”…
Qué bello sería: no rendir cuentas…
Qué bello sería ser libre en su momento…
de todos los escrúpulos… de todos los prejuicios…
de todas las necedades… de algunos quehaceres…
de distancias físicas… de las mentales…
Qué bello sería no amar… y ser feliz sólo poseyendo…
Qué bello sería que todas mis lectoras se conviertan en mis “fans”;
qué bello sería que entre ellas acuerden, propongan, salgan
y yo escoja y otorgue el turno entre las más bellas
y fogosas y cariñosas y consentidoras amantes…
Qué bello sería causarte orgasmos apenas te mire…
apenas te toque… apenas te acaricie…
Qué bello sería introducirte para siempre a mi mundo
y yo entrar al tuyo sin avisar…
Qué bello sería… hacer con mi vida lo qué me apetezca…
Pero qué feo sería vivir sin culpa, sin razón, sin rutinas,
sin espontaneidades… sin responsabilidades… sin dolor…
sin locuras… sin penetrarte a ti: Magdalena de Acuario…
Qué feo sería no tener a quien amar.
Qué feo sería no desear a quien amamos…
Qué feo sería… entregar el corazón y no ser aceptado…
Qué bello sería recibirlo y aprender a amarlo…
Qué feo sería no recordar jamás tu cumpleaños…
Qué bello sería hacerte siempre dichosa esos días…
Felices sean todas tus mañanas,
tus tardes y tus noches,
llena con mis recuerdos húmedos: ¡vida mía!…
Franz Merino
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