jueves, 10 de abril de 2025

DIOS, LAS DOS Y LOS DOS.

 



DIOS, LAS DOS Y LOS DOS.

 

Llegaron con una sonrisa y una alegría cautivadora; eran luz para la noche. Dios observaba. Dos hombres reiniciándose en la lucha, pero con sus corazones rotos: uno buscaba estabilidad emocional, el otro intentaba olvidar; ambos extrañaban, con sobrado cariño, su ayer familiar.

La hermana mayor de la deseada por el primero era una ilusión para el segundo. Ambas, genuinas y bien criadas, estaban unidas más por su luto paternal. Los dos estrenaban la camisa gris, hecha con el más pesado hilo de plomo; su luto marital contenía incertidumbre.

Los caballeros ya compartían confidencias. Las damas solo buscaban piedad, atención, amor y felicidad. Las dos se hacían tres, sumando a su visible hermana: su profunda amistad.

Ellos no anhelaban una liberación superficial; buscaban refugio en las cuevas del amor. Ansiaban nuevamente amar, poseer amantes irremplazables: ¡hasta el final! La dignidad adornaba la hermosura de las dos.

Los galanes depredadores no desearon aquella noche seguir robando corazones; ansiaban entregar los suyos. Permeaban exclusividad, deseando ser amados para amar más allá del sudor.

Las copas llegaron con la seducción en sus formas. Brindis pretendientes se cruzaron, y las miradas cautelosas revelaron el coqueteo. Invencibles, las damas imponían su cortesía. Lo censurado no sucedió: cuatro libres, sin excesos, mientras la noche intensa avanzaba.

Uno era independiente a la fuerza y sin enterarse, por un ardid ejecutado desde la distancia. La dama esperaba la propuesta de aquel luchador de vientos extranjeros y, ahora, de brisas tibias de temporada: las cálidas costeñas guayaquileñas.

Cuatro protagonistas ensayaban una obra de teatro: un novel renegado y un divorciado honesto, dos conquistadores natos, junto a las dos hermosas damas consanguíneas. Escena en el primer acto, título del guion: Vulnerabilidad. Segundo acto: mujeres bellas adornando una noche de melancolía con alegría y copas, para ese par de anhelantes, ahora deseando vivir la gloria dentro de ellas.

Los secretos aún no se develaban, mucho menos compartidos con las novicias princesas del austro; solo eran de ellos. Uno desesperado, pisando los cuarenta; el otro, resignado antes de sus cincuenta. Las dos hembras profesionales solo buscaban seguridad, cuidado y amor cerca de sus treinta.

¡Espléndidas deidades!

La dinámica de la seducción, las jóvenes radiantes, exquisitamente la cuidaban. Las tensiones pedían una rosa libertad, pero no se podía por su honor, aun siendo una noche mágica donde Dios observaba discretamente.

Para una de ellas, era prohibido. Nada cambió más allá de una delicada admiración que nació sutil. Pero entre el otro y la otra floreció una ternura eterna, como una llama que nunca se apaga.

 

Al final, el amor triunfó en silencios profundos, sin necesidad de gritar su victoria. En el rincón opuesto, la traición no emergió, dejando intacta la confianza. Fue una historia de cuatro, pero solo dos elegidos continuarán escribiéndola con promesas y sueños nuevos.

Bendita noche de gentileza, de propuestas y un “no puede ser”. Dos adioses y una bienvenida “al profundo amor y a los proyectos”.

Así, más tarde, a dos manos los unieron los anillos de oro sin sacerdote, y pronto vino su amoroso eslabón infantil. En los otros dos: un cariñoso e inolvidable “adiós”.

Al final, Dios decidió. Buscó su “libro de los destinos”, el libro de las buenas y abnegadas almas, donde el amor y el respeto eternos son. No escribió razón, solo esta historia sin renombrarlos.

En el paisaje nocturno: dos mágicas mujeres, dos expertos descubriéndolas; y el Mago Eterno cediendo y manifestando su auténtico amor cual aurora boreal…

Con sus ojos tiernos, asintiendo con su divina sonrisa y evitando más prefacio, el Creador decretó:

¡Merecen ser felices!

 

Franz Alberto Merino Dávila

P.D. Los nombres los ponen ustedes.

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jueves, 27 de marzo de 2025

¿¡NO SÉ, TÚ!?

 


 Hasta que entendí, con el peso del dolor y el caudal de mis lágrimas...

Viví paralizado durante tantos, tantísimos años.

Te amé, y ese amor fue tan inmenso, tan absoluto... Eras mi oxígeno, mi amanecer más puro, el latido imprescindible en mi existir.

Pero me sentí— ¡oh, cómo sentí! —asfixiarme al evocarte... al recordar esas caminatas tomados de las manos, ida y vuelta, aun en los senderos más breves.

Gracias... gracias por tanto amor.

Nada en este vasto universo dura para siempre, ni siquiera las galaxias.

Ahora, solo quedas en mí como el más bello y luminoso de los recuerdos...

Necesito respirar.

¡Perdón!

¡Perdóname!

Debo seguir viviendo sin ti...

¿No sé, tú?

 

Franz Alberto Merino DÁvila

#franzmerino

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https://youtu.be/T_oE3qkbo5s?si=rw8h2w3-zbhWjHX4


EL GRANDE!

Cuando cae la desgracia y se levanta por su talento es gloria. La mediocridad no la suplanta la riqueza. La riqueza tampoco les saca de su mediocridad. El GRANDE en el suelo sigue siendo GRANDE aún en el piso, aún golpeado, más GRANDE, cuando se levanta! No olvide que usted es mi GRANDEZA, mi GLORIA y mi TALENTO: ¡LE AMO! Usted me hace sentir GRANDE Y GLORIOSO ( las mayúsculas son intencionales).
¡Bendita seas, miss T!

Franz Alberto Merino DÁvila

https://youtu.be/DWnmzagelp8?si=MTY37QIla4KhZxRZ

JUNTOS

 


JUNTOS

Artistas de la música, la pintura y las letras me rodeaban, sin acecho ni acoso. Yo era su modelo, y en ellos sentí un respeto profundo, más genuino y social que el que conocí en las esquinas de mi barrio y mi ciudad.

Cruzando mi mirada con Beto, el poeta, me descubrí siendo una mujer común, aún vestida, pero cargada de esencia.

El pintor me pidió que me desnudara y, con óleo sobre lienzo, me inmortalizó. Me convertí en su ilusión de belleza.

El músico, con ojos llenos de nostalgia, preguntó: “¿Cantas?”. Mi respuesta fue un simple “No”. “Entonces danza en silencio, para que griten mis notas y me inspires”, añadió con voz impregnada de melancolía.

El poeta me observaba, como lo hacía con los demás creadores, siempre en un silencio casi reverencial. Y aunque no hablara, su gratitud me alcanzó: colores que no veía, música que no vibraba. Él, me seguía contemplando desde una atmósfera quieta, casi mística.

“¡Qué talento el suyo, caballeros!”, exclamaron algunos, sin que el poeta sumara su voz. Que me llamaran diva era poco: sentía el arte como sublime privilegio, un regalo bendecido. Mi desnudez no me avergonzaba; era el arte de Eva, el génesis de la hembra.

El piano desató una cascada de notas que estremecieron mi piel; el músico, dulce y sereno, llenó de paz mi ser. Con astucia sana, rompió el momento: “¿Y tu letra, poeta?”. Y entonces, con solemnidad, respondió: “Tania... Tania... Tania... Tania... Tania”. Lo repitió cinco veces, como si al nombrarme evocara mi alma.

Todos quedaron absortos... hasta que el poeta, rompiendo el hechizo, gritó: “¡Basta!”, mientras arrojaba una hoja con gesto teatral. En ella, un solo verso, una única línea, y al final, en mayúsculas: JUNTOS.

El aura, los protagonistas, todo concluyó sin reclamos:¡JUNTOS!

Yo fui más musa para mi poeta que para cualquiera, porque él me llenó de sustancia, me hizo trascender. ¡JUNTOS!

Franz Alberto Merino DÁvila

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martes, 18 de marzo de 2025

SU AUSENCIA HA TRANSMUTADO A MI AUSENCIA

 


SU AUSENCIA HA TRANSMUTADO A MI AUSENCIA

 

Y el consentido siente ese gran vacío, como un ángel sin diosa y dios.

La cría actual no está pendiente, como mi mente que los añora y llamaba cada día.

Sin la presencia del dinero ni el regalo, no vienen ni escriben los rostros idolatrados.

El olor de hogar apenas lo percibo, incluso con el intenso petricor en esta ciudad.

La lista de compras ya no registra la sorpresa, tampoco la golosina.

Se activa el lagrimal del poeta: agradecido moja esta aura y este arte trascendental.

Estar sin estar… es estar con ellos.

 

Franz Alberto Merino Dávila

(Para ellos)

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