jueves, 7 de octubre de 2010

El cielo está esperando por los dos.



El cielo está esperando por  los dos.
Cuando lo extraño mucho me desespero,
el consuelo lo alcanzo leyendo sus inspiraciones;
me regocijo secretamente en ello.
El simple hecho de verlo me complace,
aunque a usted ¡no!…
¡Usted desea más!…  
No le basta ser el dueño de mi corazón
y  único habitante en mi pensar...
No le basta que yo lo huela,
lo lleve y saboree en mis labios;
lo albergue en mis adentros
y  lo sienta en mis manos sin tenerlo…
Usted quiere más…  todo lo tiene ya de mí.
Usted siempre quiere más… 
y  yo a voluntad cedo ante su petición;
anhela  ansioso mis caderas y mis senos:  
poseer, constantemente, mi cuerpo.
Su pasión es más contagiosa que el bostezo nocturno,
y supera  demás una buena risa de un sano  bebé;
es cuando tampoco me conformo con mirar…
la ropa me incomoda; nos  estorba…
deseo tocar y morder…
ser  tocada y mordida…
deseo ser tomada como refugio y consuelo…
 deseo lo suyo: copular con frenesí. 
Los dos encontramos  total sosiego así…
y no por mucho tiempo… 
los besos y caricias apenas descansan;
la brasa enciende nuevamente…
otro ligamiento se da.
Nuestras prácticas carnales se hacen necesarias,
son sabrosas, la gula nos beneficia;  
la lujuria nos domina…
imprescindibles movimientos  para seguir viviendo…
condición para  que usted siga escribiendo…
para producir mis vitaminas... mis versos.
Su poesía es alimento vital para mí. 
Deseo escriba eternamente sólo para mí,
como lo hizo ayer y  lo hace ahora;
a cambio seré por toda la vida su amante;
permítame  ser su única  segunda piel.
Debo confesarle algo:
todos sus pensamientos los he recopilado en un libro;
y el contenido escrito de su alma es ahora mi tapiz.
¡Sí! … En mi habitación tengo pegados sus poemas;
esa decoración hace especial mi dormitorio.
Cuatro paredes antes frías e inertes,
ahora, vivas,  tibias  y bellas: está usted ahí.
Siento que Dios nos está  preparando;
el cielo está esperando por  los dos;
lo aseguran esas hojas románticas  y divinas.
Todo ese lenguaje  lo grita con eco mi cuarto:
usted es mi predestinado, mi varonil obsesión;
mi bendito  y amado escritor universal…
el paraíso está aquí,  vivo con él,
usted es mi ángel y yo el suyo. 
¡Lo confirmo y te lo agradezco, mi Dios!


Franz Merino
Inspirado en la obra: “Infieles Anónimos. Diario de un amante: testimonio de una gran pasión”. ¡Adquiérala, ya!
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