VOLVÍ ALLÍ Y MATÉ LA ANGUSTIA.
En el todo de mi mente, en el depósito universal,
bajé a mis recuerdos, a los gratos y amados.
Mi mente me entregó un tronco caído, servía de puente,
un corto césped a orillas de un río de aguas cristalinas,
un ateo intentando fusionarse con un ángel;
un físico encuentro de dos almas enamoradas a flor de piel.
Mis manos disfrutaban de la resonancia que producía su organismo,
las vibraciones que producían sus gemidos fueron las notas del ardor.
Los movimientos de nuestros cuerpos simulaban las olas del Yamburara;
lo femenino en total acople con lo masculino, el yin y el yang juntos;
el extremo de su interior amadamente buscado por mi elevación.
El encuentro furtivo, en la naturaleza, ejecutándose.
Volví allí, donde recordé que la humanidad nació para dar y no para quitar.
Volví allí, donde fluyó el amor que también lo recibí en compensación.
Volví allí a sentir el ritmo de la pasión, de nuestra ilusión.
Volví allí, para bañarme con ese romántico día donde fuimos…
Sí, volví, para recordarla…para menguar mi añoranza y elevar mi ser.
Volví allí, por necesidad de ella, para vivir mi tiro de gracia.
La causa de mi desolación me llevó a buscarla,
La causa de mi desamor me llevó a encontrarla.
Sus detalles y sus formas de amarme fueron mi consuelo.
Todo la entrega de su ser ocasionó en mí la entrega total.
Su espíritu blanco me pidió volver… no importaba el precio.
Por eso regresé allí, ahí y aquí; fue la estocada final, maté la angustia.
Franz Merino
Octubre, 2016.
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