MIS PRIMEROS VERSOS Y MI VOLUNTAD.
Cuando mi corazón y mi mente escribieron sus primeros buenos versos,
Mis manos los mecanografiaron en la primera y única Adler que aún poseo.
Mis ojos buscaron unas fotografías de pinturas clásicas pertenecientes a revistas,
Rafael, el Greco, Leonardo Da Vinci, Caravaggio, Miguel Ángel y otras grandes firmas.
Serruché tableros Plywood de 30 por 40 cm formando perímetros dentados o curvos.
La cola blanca contenida en un recipiente amarillo era el gomero de mi casa.
Mi padre era amante de la madera y la artesanía, por eso no faltaba materiales.
Abajo de los afiches clásicos como si fuera leyenda explicativa pegué mis versos.
Los colgué en las paredes de mi dormitorio de color verde claro, con ventana al patio;
la luz visitante era ideal para leer, para las tareas académicas indispensable,
guardaba buenas energías de Sol, del gran amor de mis padres y buenos hermanos.
El entablado era necesario para la Sierra y su crujir para regresarme a mi realidad.
Mi cama de metal y de color verde había pertenecido a mis padres, me la obsequiaron.
Todas las noches largas y de lluvia, atestiguan mi amor adolescente por la lectura.
Leí La Biblia, los Cuatro Libros de Confucio y la filosofía capitalista de Napoleón Hill.
La bebida preferida por aquel entonces era la leche con chocolate y muy caliente.
Mi pijama a rayas era mi favorita, como esas tortas Macareñas con dulce de Mango.
Solo necesitaba eso para ser feliz, como de mi compañera biblioteca familiar,
ubicada en mi alcoba de ladrillos, cemento, hierro y duelas: no necesitaba más.
Fui inmensamente feliz, también ignorante, sordo y ciego aun con sentidos completos.
Dónde están, por qué se me han ido maravillosos bríos, sanos deseos sensoriales,
bellos versos del ayer, lecturas sabias y para la imaginación y prácticas de meditación.
Mi voluntad era el motor de mi acción, de mis logros, de mis avances;
mi deseo por la sabiduría infinita era el empuje y creo que era mi meta.
Debo de retomar ese amor por lo eterno, por el conocimiento bueno.
¿Acaso lo que leí y vi me programó para abandonar la misma senda que buscaba?
¿Los libros, las películas, lo sensorial del ahora programan para ser esclavos o libres?
La respuesta se me acercó: hoy vivo engaños, mentiras, vergüenzas, mucho vacío…
Lo mundano me llenó de temor, ansiedades, inseguridades, falsedades, dolor,
apagó mi energía , espantó mi paz y a mis amores: me programó para detenerme.
La adolescente vida noctámbula de lecturas develó lo limitado de mi conocimiento,
las diferentes formas de pensar religiosas, políticas, y por ello la guerra y la paz.
El hambre por lo Infinito no podía caber en el finito de mi ser, ni tampoco en otro,
porque así fuimos programados, eso somos, eso soy: humano… ¡esa es mi verdad!
Es tiempo de buscar más verdades, seguir ese camino y llegar a la Verdad Final.
Franz Merino.
Inspirado en la obra: “Libro de Oro: ¡hazte rico!
¡Adquiérala, ya!
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